“La paciencia es amarga, pero sus frutos son dulces (proverbio afgano)” Tras un día de trabajo, contamos ganas de regresar a casa y gozar de nuestros hijos, ¿verdad? pero que conseguimos? Tareas, extraescolares, baños, cena, etcétera. Contamos tantas obligaciones amontonadas que toda vez que no se cumplen, nuestra paciencia se agota y nos hace perder los estribos de forma fácil. Y lo malo de todo, se lo pasamos a ellos.
La paciencia es la aptitud de llevar algo sin enojarse (como revela el DRAE), un tesoro que a varios progenitores les agradaría tener. La paciencia es un valor esencial que nos asiste a desenvolvernos en la vida y enfrentar de forma exitosa las distintas ocasiones. Uno de los motivos por los cuales consultamos es de qué manera conseguir la paciencia a fin de que logren administrar mejor las ocasiones de enfrentamiento y gozar mucho más de sus hijos. Y lo que es mucho más, de qué manera enseñarles a ser mucho más pacientes.
Ten claro que por norma establecida los pequeños procuran romper las reglas
No todos y cada uno de los humanos nacemos con una predisposición innata a obedecer todas y cada una de las reglas que estamos. Por consiguiente, romper las reglas para un niño es absolutamente habitual y no una salvedad.
Si lo disponemos claro, tenemos la posibilidad de eludir la frustración si lo que planeamos no sale como deseamos por un accionar irracional de los mucho más pequeños de la vivienda.
Empleando el diálogo
El diálogo es un procedimiento que jamás deja de estudiar. Tómese el tiempo para argumentar y ofrecer causas por las que, en ciertas situaciones, ha de ser tolerante. Por servirnos de un ejemplo, en la habitación del médico. Es obvio que no lo va a comprender tan bien como un adulto, con lo que se aconseja llevar un juguete o un libro para pintar para realizar mucho más soportable la estancia.
– Jill Churchill –
Es viable tener ese sentimiento que nos invadía en el momento en que aguardábamos a nuestros hijos, ese temor pero al unísono ilusión que sentíamos … para recobrar. Tenemos la posibilidad de reencontrarnos con ese deseo infinito de estar con nuestros hijos, de despertar su sabiduría y su sabiduría, apreciando quienes son y quienes somos nosotros…
A ninguno de nosotros se nos enseña a ser progenitores antes de serlo. uno, es verdad, pero en la manera en que tenemos la posibilidad de estudiar, conectando con nuestros instintos y dejándonos asesorar por el los pies en el suelo.